dissabte, 6 d’abril del 2013

"Si crees en los sueños, ellos se crearán"



Todo esto empezó dos veranos atrás. Fui de viaje a Logroño con mis padres porque a mi madre le encanta Gran Reserva y tenía muchas ganas de ver dónde rodaban la serie y toda su historia. Puede que sea una de los mejores viajes que he hecho dentro de España, y no sólo por la comida y por las viñas, sino porque volví enamorada del vino y de Albert Espinosa. 

Me encantan las librerías. ¡Sí, tengo que admitirlo!. Son una de mis debilidades. Aún es más, me encantan las librerías que tienen varios pisos. Puedes pasear por ellas durante horas, y cuando sales, tienes la sensación de que sólo han pasado cinco minutos. Pues la librería de la Gran Vía de Logroño es una pasada, y los dependientes muy simpáticos. 




Mi criterio para escoger/comprar libros es enamorarme de su título, después leo la primera hoja, y para terminar, leo el final. Y pensareis: ¿qué gracia tiene que leas el final? Puede que sea como las películas, que si te dicen el final, ya no te sorprende de la misma manera. Pero yo soy como el mundo al revés, me gusta que me cuenten el final de las cosas, ya sean libros o películas, porque si de verdad me llama la atención, terminaré por leerlo/verlo igualmente. Así que sí: siempre leo el titular, y la primera y la última hoja. Si me absorbe, lo compro. 

Por aquellos tiempos, lo único que me sonaba de Albert Espinosa era Planta 4ª (supongo que todos la conoceréis, ¡es un peliculón!). Vi en una de las estanterías una pila de libros iguales. Me llamó la atención la portada y para variar, su titular: “Si tú me dices ven, lo dejo todo... pero dime ven.” Es un titulo genial. Me quedé alucinada cuando lo vi. Después me llamaron la atención los títulos de cada uno de los capítulos, leí el principio y el final, y no dudé en comprarlo. Era el libro que andaba buscando mucho tiempo y que nunca había encontrado. Estaba hecho para mi. Noté una conexión entre los dos impresionante. Y pensareis: Pero si tan sólo es un libro... Muchos de vosotros no me entendéis cuando os hablo de Albert y de sus obras, pero tenéis que leerlo, meteros en su mundo amarillo al 100% para poder entenderlo. En ese mismo instante me medio enamoré de él. Cuando llegamos al hotel por la noche, en lugar de dormir, me puse a leer. Nunca me había pasado. Nunca había tenido esa necesidad de leer, esa ansia... Ahora ya sé por qué me pasó y por qué me pasa con cada cosa que él hace. ¡Es único! Mis padres se fueron a dormir, yo me quedé en el comedor, y seis horas después había devorado el libro. No sabía exactamente si lloraba de emoción, a causa del conjunto del libro, o de pena por haberlo terminado tan rápido. Al día siguiente volví a la misma librería, y compré sus dos primeros libros, ya que ese era el tercero. 

A partir de ese momento empecé a investigar. Es difícil de explicar, pero me enamoré de él. No de él como persona, sino de todo lo que él hacia. De sus respuestas en las entrevistas, de las películas, de los libros, del teatro, de los artículos periodísticos... De él como conjunto. Como un todo. Cada día intento hacer mía su filosofía de vida, ya que yo no tengo tanta fuerza como él, ni en mi reina el optimismo que reina en él, pero lo intento, porque él me ayuda a través de sus libros. 

Antes de vacaciones de Semana Santa, Clara, nuestra profesora de Radio nos dijo que empezáramos a buscar un tema para el reportaje individual que teníamos que hacer para después de Pascua. Ni lo pensé. Un tema abierto, en el que yo podía hablar, investigar, documentarme y disfrutar. ¡Era fantástico! ¡Más que mejor! Lo tenía claro. Tenía que hablar sobre la nueva novela de Albert: “Brújulas que buscan sonrisas perdidas”. Últimamente me cuesta sonreír de verdad. Me cuesta sonreír, sentirlo y creérmelo. Pero no hay nadie como él que me haga desahogarme como lo hago, ya sea llorando o riendo. Nunca hablo de los temas que me duelen, y por tanto, guardo todas las emociones dentro de mi. Pero él me hace explotar. Explotar de alegría, de pena, de rabia... Nadie sabría ayudarme como lo hace él, con una manera tan simple: palabras.

Así que me puse manos a la obra. Le envié mil correos y mil mensajes a Facebook y Twitter hasta que contestó. “El que la sigue, la consigue”. Le propuse hacerle una entrevista para poder hacer el reportaje, y me dijo que no tenía tiempo. Después de ver lo que vi el otro día en la Diagonal de Barcelona, entiendo por qué lo decía. Acepté el “no” como respuesta, pero no me iba a rendir. Sabía que era bastante improbable que me concediera la entrevista, aunque fueran dos minutos y aunque me tuviera delante. Había mil personas allí como para darme protagonismo a mi. Pero ya no sólo era por la entrevista para el reportaje, sino que se trataba de un tema personal. Necesitaba tenerlo delante, saber cómo es, cómo se desenvuelve, escuchar bien su voz, su sonrisa, cómo trata a la gente...

El día 3 llegué a Barcelona, y ayer por la noche estaba en casa. He de decir que acabo de vivir una de las experiencias más gratificantes de mi vida. Él es único, y lo demuestra dentro y fuera de sus libros. Necesitaba mi “tren de voces” para el reportaje, así que conforme llegué al Fnac empecé a entrevistar a la gente. Hacía frío, llovía y había una cola enorme. Nunca hubiera imaginado que se formaría aquella cola. ¿Pero sabéis qué? Me hizo sentir genial. Cuando le hablo a la gente de Albert no me entienden porque no lo han leído, pero todas y cada una de las personas que estaban allí, eran como yo. Sienten exactamente lo mismo que siento yo. Ya no soy un bicho raro, sino todo lo contrario, mejor todavía, formo parte del mundo amarillo, aquel que creó Albert en 2008.
Hablar con aquellas personas, que me dijeran qué significaba Albert para ellos y qué aportaba a sus vidas, no tiene precio. Me siento bien, mejor que bien. Ahora cuando oigo sus cortes de voz, se me ponen los pelos de punta porque les entiendo, ellos me entienden a mí y compartimos un sentimiento. Cada uno de ellos me contaron sus experiencias, que es imposible que las incluya todas en el reportaje, pero que es mucho mejor porque me sirve para mi, a nivel personal. 

Después de 3 horas de cola, estaba a punto de entrar en la sala de firmas. Tenía tantas cosas que preguntarle, tenía tantas ganas de verle, tanto que decirle... Pero lo vi delante y no tuve otra cosa que hacer que ponerme a llorar, no podía hacer otra cosa, no me salían las palabras. Cuando salí de la sala me sentí bastante patética. Que poca profesionalidad... Puse en marcha la grabadora, así que tengo la conversación grabada. Me tiembla hasta la voz. Se acordó de mí y me dijo que cuando tuviera tiempo me daría la entrevista que tanto deseo. Después de ver su actitud con la gente, estoy segura de que me la dará. Pero si os digo la verdad, no es lo que más me importa ahora mismo. Lo tuve delante, lo toqué, lo observé, lo escuché... es una persona de carne y hueso, pero para mí es más que eso. Es algo que no puedo explicar con palabras, y que solo pueden entenderlo la gente que siente lo mismo que yo. No es una batalla perdida, sino todo lo contrario, he ganado mucho después de verle. En ese instante gané. Tenía a mi ídolo delante de mí.

De pequeños tenemos más ídolos a los que seguir y admirar, incluso ahora de mayores. Yo le tengo a él. En un principio quería ser periodista porque me encanta escribir. Ahora no suelo hacerlo por placer, porque no tengo tiempo con los trabajos de la universidad, pero sigue siendo una de mis metas. Él es mi ejemplo a seguir, y sé que algún día lo conseguiré. Puede que nunca llegue a ser como él, pero plasmaré en mis libros mis vivencias y mis sentimientos sin pudor de lo que pueda pensar la gente. 

Yo me siento amarilla. Intento encontrar a personas que aporten algo a mi vida. Esos valores que no aportan ni los amigos, ni los familiares, sino alguien totalmente nuevo. Los amarillos suelen aparecen y desaparecer, nunca se quedan mucho tiempo, pero siempre aprendes algo de ellos. Supuestamente hemos de tener 23 amarillos en nuestra vida. Yo creo que, por ahora, no tengo ninguno. Soy demasiado exigente, o ellos no se quedan el tiempo suficiente como para que pueda disfrutarlos, o tal vez no tengamos el mismo interés, no busquemos la misma finalidad en nuestra relación...

Cuando volví a casa el miércoles que empezaban las vacaciones, tenía “Brújulas que buscan sonrisas” sobre la mesa de mi escritorio. ¡Mi madre es la mejor! Justo al día siguiente, iba a Guardamar a visitar a mi ex-compañera de piso. Me encanta leer cuando viajo, así que me llevé el libro conmigo. Empecé a leerlo y desde el segundo uno, las lagrimas empezaron a brotar de mi ojos recorriendo toda mi cara hasta llegar al suelo. Llegué a mi destino, y tuve que parar. A la vuelta, proseguí hasta que llegué a casa, y me pasó más de lo mismo. No podía parar de llorar. Mis padres cuando me vieron llegar a casa con ese aspecto no podían entenderlo, poca gente tiene el don de entenderlo. Esa misma noche lo terminé. ¡Cinco horas y devorado! Ahora soy incapaz de decir cuál es el que más me gusta, sería injusto. Todos aportan algo diferente pero especial a mi forma de vivir, de ver y de llevar las cosas. 

Me pareció curioso, porque cuando entré en el tren de vuelta y me senté, justo en los asientos de delante había tres personas. Una de ellas llevaba el libro en las manos, y pensé: “qué casualidad...” Pienso que las cosas ocurren por algo, creo en las casualidades, pero nunca me había sucedido algo similar. Después de desconectar del mundo durante mi estancia en Barcelona, he vuelto a la realidad. En mi bandeja de mensaje “desconocidos” del Facebook tenía un mensaje de alguien que se decía llamar “Sonrisa Nórdica” en el que decía: 

“Hola Marta! Que alegría haberte encontrado por aquí y de casualidad. Pues me metí en la página de Albert para ver si alguien había publicado las fotos del libro, y reconocí tus ojos.
¿Sabes quién soy? A ver, ¿tú no vistes a tres chicos y una chica hablando de Albert Espinosa en el tram?, pues yo soy la chica. Me acababa de comprar el libro en Alicante en el Opencor, y no sé, pero cuando me senté sin ver el libro que llevabas en las manos, sabía que estabas leyendo ese libro. Desprendías esa energía llena de magia... Que cosas tiene la vida.
Estuvimos pensando lugares para hacer las fotos del libro. ¿Pero sabes qué? La foto fuiste el libro y tú en el tren leyendo y llorando. Super tierno. Estuvimos todo el camino observándote, y Antonio y yo nos decíamos: “si es que me dan ganas de levantarme y abrazarla”. Desprendías mucha ternura.
En La Vila tengo a mis dos amarillos y siempre me escapo para tener momentos mágicos. Si quieres formar parte de nuestras vidas, aquí tienes una amiga amarilla. [...]
Besos amarillos”

Cuando he leído el mensaje me he quedado en shock. Habré leído el mensaje cerca de diez veces hasta que le he contestado porque me he quedado bloqueada. Confío en las casualidades, pero ésta ha sido demasiado.

Recuerdo perfectamente aquel grupo de cuatro personas. Cuando vi que ella llevaba el libro en las manos, pensé: “seguro que es una gran persona”. Todos los que leemos y amamos a Albert, considero que lo somos. Pero claro, cuando leo entro en mi burbuja y me aíslo del mundo. No hay nada a mi alrededor, sólo el libro y yo. Me di cuenta de que me miraban mucho, pero era evidente, iba llorando a lágrima viva en un tren de camino a casa en el que sube y baja gente cada minuto. Era normal que me miraran, pero no presté más atención. Ahora sé que los amarillos existen. Que en aquella cola en la Diagonal de Barcelona había muchos de ellos. Gente especial donde los haya, con miles de historias por contar y con miles de experiencias vividas. Gente que parece normal, pero que lo mejor de ellos está dentro, esperando que alguien investigue y lo encuentre. 

Tengo que darles las gracias a mis padres por darme la oportunidad de ir a Barcelona. A María por acompañarme porque sin su apoyo moral, habría sido imposible. A mi familia por prestarme su casa y por haber pasado estos días con ellos. A toda la gente que había en la cola, por hacerme sentir tan viva. Gracias a ellos sé que hay más gente que comparte mi visión sobre Albert. A las dos niñas que habían delante de mi en la cola (Alba y Estefania), gracias por guardarme el sitio mientras yo entrevistaba a la gente. A “Sonrisa Nórdica”, gracias por encontrarme.
I a tu, Albert, gracies per ser com eres. Més especial que qualsevol persona al món. Per fer-me sentir tan bé, per donar-me l'oportunitat de conèixer-te, per donar-me vida a través de les teues obres. Però sobretot, per fer que crega en el “món groc” i en tots els grocs que em queden per descobrir al món.

Esta es mi historia. Espero que los que la hayáis leído hasta el final, os haya gustado.
¡Un saludo, y hasta pronto!